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Anatomía de una Psicóloga

Muchos son los tópicos que existen en torno a la figura de las psicólogas…

Antes de empezar, quisiera puntualizar que en estas líneas usaré más el femenino al ser un post de carácter personal y, además, porque en mi camino me he cruzado con un porcentaje de mujeres muy superior al de hombres. Con esto no estoy excluyendo a mis colegas hombres.

Cada persona tiene sus motivos para decidir la profesión a la que se quiere dedicar: vocación, tener un referente en la vida, herencia familiar e, incluso, llegar por casualidad. En psicología, se dice que gran parte del alumnado se matricula esperando resolver sus problemas personales. La primera vez que lo oí no lo entendía. Pasados unos años lo entiendo y es cierto, sí. Al fin y al cabo, todos tenemos algo (llámalo tara, pedrada, herida, … como prefieras) y tomar conciencia de ello es el primer paso para sanar.

Por cierto, me permito usar estas expresiones coloquiales desde el cariño y el respeto. Lo cierto es que hay personas que sienten que algo no funciona correctamente y estudiándolo, se van acercando. Éste puede ser el primer acercamiento que nos haga pensar que las psicólogas somos como cualquier persona.

A lo largo de estos años, desde que decidí estudiar psicología, he oído multitud de chistes, chascarrillos y frases que enmascaran creencias populares. De hecho, confieso que yo misma he usado algunos de ellos. Y con este post lo que pretendo es desmontarlos.

Existen una serie de creencias sociales por las que los psicólogos parece que no sufrimos, no nos enfadamos y siempre tenemos una mirada analítica de la situación, comúnmente se piensa que te estamos psicoanalizando. Como puntualización, existen diversas corrientes, escuelas y paradigmas y el psicoanálisis es una más de ellas. Por otra parte, conozco otros profesionales de la salud que enferman, realizan conductas de riesgo y no veo sobre ellos esa carga social. ¿Conocéis a algún/a médico/a que se haya resfriado? Porque yo sí. Pues lo mismo pasa con los psicólogos, también nos enfadamos y sufrimos. Tenemos días buenos y días de mierda, como cualquier ser humano.

No somos superheroínas, ni estamos exentos del sufrimiento. Nos cansamos, lloramos y, también, necesitamos desahogarnos. Todo esto no lo trasladamos a nuestro trabajo, pero necesitamos escucharnos y cuidarnos e, incluso, podemos necesitar ayuda profesional. Sí, los psicólogos también podemos ir al psicólogo. Conozco la mente humana y he aprendido herramientas, pero en mi vida he necesitado ayuda de otra psicóloga que me ha ayudado a ver cosas que yo sola no podía. Verme al otro lado de la terapia, como paciente, también me ha enseñado mucho. De mi misma y de mi profesión.

Los psicólogos, al igual que ocurre con otros gremios, no estamos cortados por el mismo patrón. No compartimos una serie de virtudes. Tenemos unos conocimientos comunes, usamos técnicas y conducimos nuestro trabajo, principalmente, a través de la palabra. Con este párrafo, lo que pretendo es desmontar por completo el título del post que he usado para llamar vuestra atención. Considero que las generalizaciones no son buenas, ni útiles. Cada una tenemos unas características de personalidad propias, manejamos de distinta manera las situaciones y ponemos al servicio de las personas con las que trabajamos nuestras habilidades profesionales.

El autocuidado es muy importante en nuestra profesión para no llevarnos los problemas de los demás, ni proyectar los nuestros en consulta. Sufrimos rupturas, perdemos a personas queridas, enfermamos… También disfrutamos, reímos, bailamos, amamos…

En definitiva, los profesionales de la psicología somos personas. Como cualquier otra.

 

 

 


Alejandra Muñoz

Nº Col.  AN-09995

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