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La fobia social

El tiempo parecía haberse detenido, o eso creyó durante un instante. Cuando Juan observó desde su pupitre el enorme reloj que colgaba sobre la pizarra, tuvo la sensación de que sus manillas se habían quedado tan atenazadas como él. Uno tras otro, todos sus compañeros desfilaron frente al improvisado atril que la profesora había dispuesto para que expusieran la tarea que se les había encomendado. Estaba tan asustado que ni siquiera podía atender a sus palabras. “Todos lo hacen bastante bien” pensó, “pero yo voy a hacer el ridículo otra vez”. Tic, tac. La luna, ese era el tema sobre el que le había tocado en suerte hablar, un cuerpo celeste que ahora se le antojaba distante y aterrador.

¿QUÉ ES LA FOBIA SOCIAL?

La fobia social es un trastorno de ansiedad que, según la evidencia disponible, puede afectar al 13,3% de las personas en algún momento de sus vidas. Se describe como un miedo intenso, a menudo incapacitante, que surge ante situaciones en las que debemos interactuar con otros. Como experiencia puede manifestarse tanto a nivel cognitivo (pensamientos en torno al fracaso o la posibilidad de sufrir un rechazo), como fisiológico (hiperactivación del sistema nervioso autónomo) y conductual (escape o evitación del hecho temido). Aunque este miedo aparece ante un amplio abanico de situaciones sociales (el 70% de las personas con el trastorno indica al menos dos contextos), lo habitual es que sea especialmente intenso en las que implican algún grado de juicio externo (como hablar en público, p.e.) y que esté precedido por pensamientos anticipatorios. A medida que el tiempo transcurre, y especialmente cuando no hay un tratamiento adecuado, el problema tiende a cronificarse y a generar un intenso malestar emocional.

 

¿POR QUÉ OCURRE?

La fobia social suele iniciarse en torno a los 11-13 años de edad (raramente aparece después de los 25), momento de la vida en el que emergen miedos relacionados con el fracaso académico o el rechazo social, junto a la necesidad de ser aceptado por el grupo de referencia. Existe amplia evidencia de que acontecimientos sociales negativos en este periodo (episodios de vergüenza intensa, humillación, etc.) pueden condicionar el modo en que la persona percibe sus relaciones con los demás. A todo ello se suman las hipótesis de otros autores procedentes de las teorías del aprendizaje vicario, que postulan la posibilidad de que los miedos de los padres sean transmitidos a sus hijos a través del modelado y la observación. Así pues, los cimientos del trastorno podrían construirse desde una edad muy temprana, definiéndose de manera definitiva con las primeras interacciones sociales durante la adolescencia.

Por otra parte, los estudios llevados a cabo con gemelos monocigóticos sustentan la posibilidad de que exista cierta base genética para este problema, al igual que se aprecia en otros trastornos de ansiedad (como la agorafobia).

 

¿CUÁLES SON SUS SÍNTOMAS?

La fobia social se manifiesta a nivel cognoscitivo (con pensamientos, creencias, etc.), fisiológico (activación del sistema nervioso autónomo) y conductual (evitación y escape). Para comprender la experiencia de las personas que sufren este problema de salud mental, es necesario conocer el modo en que todas estas dimensiones interactúan.

Síntomas cognitivos

Las personas con fobia social experimentan ansiedad anticipatoria, esto es, una forma de ansiedad que se caracteriza por pensamientos sobre hechos futuros y que conduce a su evitación. En este sentido, quienes padecen el trastorno pueden sentirse atribulados durante mucho tiempo cuando prevén que habrán de enfrentarse a un acontecimiento social (exponer en público, conocer a personas que no pertenecen a su círculo más cercano, etc.), sobre todo cuando éste implica algún tipo de juicio sobre su participación (lo que a menudo se acompaña de cefaleas tensionales y desajustes en el sistema digestivo durante días). También temen la posibilidad de que, una vez que se encuentren inmersos en el acto social, los demás puedan advertir el miedo que están experimentando (“voy a hacer el ridículo”, “notarán que estoy de los nervios y me rechazarán”, etc). Además de todo ello, en un elevado porcentaje de personas con este tipo de fobia se advierte un sentimiento de inadecuación social (real o percibida), que tiene su origen en la interpretación subjetiva de las interacciones con los demás que vivieron en el pasado.

Síntomas fisiológicos

Los síntomas fisiológicos son similares a los que se describen en un ataque de pánico, y constituyen la expresión de la hiperactivación del sistema nervioso autónomo. En este caso su aparición se limita a la participación en actos sociales, por lo que la persona puede predecir los momentos en que podría sufrirlos (lo que supone una anticipación de los mismos). Pueden empezar días o semanas antes de vivir la experiencia social como tal, y a menudo generan un malestar subjetivo importante. Por su relevancia, destacamos: palpitaciones, sudoración, sequedad de la boca, molestias abdominales, mareo o pérdida de equilibrio, dificultad para respirar y temblores (con un pico de intensidad a los 10 minutos tras su inicio). Por último, es importante destacar que las personas con este tipo de problema tienen una elevada conciencia de los procesos corporales, por lo que pueden llegar a focalizar su atención de manera excesiva en sus sensaciones físicas. Esta especial sensibilidad, cuando se interpreta de modo negativo o catastrofista (“va a ocurrir otra vez”, “mi corazón late demasiado deprisa”, “se va a notar que estoy sudando a mares”, etc.) puede contribuir a aumentar todavía más la ansiedad, siendo éste un círculo vicioso para el que necesariamente habrá que dotar de herramientas durante el proceso terapéutico.

Síntomas motores/conductuales

Estos son muy importantes, puesto que son los que contribuyen a mantener el problema a largo plazo. Entre los síntomas motores o conductuales destacan, fundamentalmente, el escape y la evitación. Debido a que las sensaciones fisiológicas y los pensamientos que acompañan a la fobia social resultan muy desagradables, la persona puede llevar a cabo esfuerzos notables por eludir su participación en las situaciones que pudieran provocarlos. En términos generales este tipo de conducta provoca un alivio inmediato (o refuerzo negativo), aunque existe un riesgo importante de que con el devenir del tiempo emerjan un progresivo aislamiento social y una pérdida de oportunidades en muchos ámbitos de su vida (académico, laboral, etc.). Hoy en día sabemos que precisamente las conductas evitativas se encuentran a la base de la alta comorbilidad de la depresión con la fobia social, por lo que constituyen un eje central en el tratamiento psicológico. Es importante señalar, por último, que algunas personas con fobia social (sin tratamiento) siguen enfrentándose a las situaciones que temen, a pesar del alto coste emocional y personal que para ellas puede suponer.

 

¿EXISTE UNA SOLUCIÓN?

Hoy en día disponemos de una serie de procedimientos psicoterapéuticos ampliamente validados, cuyo objetivo es intervenir en los aspectos que precipitan y mantienen la fobia social: desde los pensamientos catastróficos que preceden a la aparición de la ansiedad a los que surgen durante el afrontamiento del hecho que la provoca, hasta la regulación de las señales fisiológicas que resultan tan desagradables para quienes conviven con el trastorno. Asimismo, el abordaje en terapia puede incluir el desarrollo de habilidades sociales o el fortalecimiento de las que ya están disponibles en el repertorio de la persona, puesto que la evitación que acompaña a la fobia social puede haber supuesto una sustancial pérdida de oportunidades para su puesta en práctica y consolidación. Pueden ser usadas también tecnologías de videofeedback, a través de las cuáles la persona que acude a tratamiento puede valorar (junto a su terapeuta) el desempeño en una actividad programada en consulta (un discurso improvisado, p.e.), y reducir los excesivos juicios negativos que pueden acompañar a esta particular fobia. El programa se realiza siempre de un modo absolutamente personalizado, recogiendo y considerando las necesidades de cada caso individual, y construyendo a partir de este punto un tratamiento que contemple aproximaciones tanto cognitivas (reestructuración de los pensamientos, reinterpretación de las señales fisiológicas, etc.) como conductuales (entrenamiento en habilidades sociales, técnicas de relajación, etc.) u otras; y que valore paralelamente la posible presencia de otros problemas relevantes de salud (comorbilidad con agorafobia u otras fobias específicas) con el propósito de dar una respuesta integral, eficaz y eficiente.

 


    Joaquín Mateu
    Nº Col. CV-11848

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