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Los 5 mitos del amor romántico

Hoy se conmemora el día de los enamorados o San Valentín. Tal vez lo esperable fuera el escribir un post que supusiera toda una apología al amor romántico tal como lo conocemos. Nada más lejos de la realidad. Y es que el amor a menudo no es como lo vemos en las películas, por eso preferimos hablar del amor real.



¿Qué es el amor romántico?

Lo que conocemos como «amor romántico» tiene varias acepciones. Una de ellas y a la que vamos a hacer referencia principalmente tiene que ver con toda una serie de actitudes, estereotipos, costumbres y expectativas acerca de cómo ha de ser una relación sentimental.

Y lo curioso es que esta concepción del amor en la pareja no es algo novedoso, ni conforma una simple moda. Esta concepción del amor en pareja tiene más de dos mil años de antigüedad y ha sido perpetuado constantemente y a lo largo de la historia por entidades de índole religioso y cultural.

¿Cuánto hay de verdad en el «amor romántico»?

Pues, lo cierto es que hay poco de verdad. De hecho, aquellos aspectos del amor romántico que se corresponden con la realidad seguramente hayan de ser matizados y contextualizados. Porque, ¿el amor en pareja ha de ser incondicional? ¿existe el amor incondicional en la pareja? ¿qué significa ser «fiel» en pareja? ¿significa lo mismo para todas las personas?

Como es normal, podríamos seguir formulándonos este tipo de preguntas casi hasta la eternidad (de hecho, sería sano hacerlo como ejercicio de introspección). No obstante, para tratar de contestar estas y muchas más preguntas vamos a apelar a cinco mitos del amor romántico que aún parecen convivir con las parejas.

1. La media naranja

Este mito parece tener su origen en el libro El Banquete, de Platón. Este libro narra las conversaciones entre importantes personalidades de la antigua Grecia, entre los que estaba el propio Sócrates. En este libro, un comediante ateniense llamado Aristófanes nos habla del mito del andrógino. Este mito hacía referencia a que antes existían criaturas muy poderosas con dos pares de brazos, dos pares de piernas y dos genitales (uno masculino y otro femenino). Parece ser que Zeus, al ver amenazado su poder por estas criaturas, mandó cortar a todas y cada una de ellas por la mitad, por lo que estas criaturas pasaron de ser «completas» a «cortadas» (de hecho, la palabra «sexo» proviene de este mito, que significa «cortado» o «seccionado).

Pero la esencia de este mito reside en que ahora los seres no son «completos» sino «cortados» y, por lo tanto, incompletos. Y la interpretación que aún sigue presente tiene que ver con el anhelo de completarse con el otro. En lugar de seres completos o cortados, ahora utilizamos el símil de la naranja, que seguramente sea más gráfico y fácil de entender.

Que exista un anhelo de encuentro, no obstante, no significa que tengamos que enfocar nuestra vida al encuentro o el emparejamiento. Son muchas las voces que para mostrar su oposición a esta forma de ver el amor han optado por afirmar que las personas ya somos «naranjas completas». De hecho, psicológicamente hablando, es preferible concebirlo así, puesto que partir de que somos seres incompletos puede crear carencias e inseguridades en nuestra vida.

2. El amor todo lo puede

Es fácil percibir este mito en películas o series de las catalogadas como románticas, incluso hoy en día. Y seguramente la contundencia de esta frase de cinco palabras dota de poder de convicción a la misma. No son pocas las parejas que tienen esta frase como una suerte de mantra que forma parte de sus vidas ante la más mínima complicación.

Es más, basándose en esta afirmación, hay parejas que deciden continuar con su relación, a pesar de que puedan existir circunstancias que dañan a ambos miembros significativamente. Si el amor todo lo puede, hay personas que deciden renunciar a sus sueños individuales en pro de la pareja. Y aunque esto puede ser una decisión consensuada en muchos casos, que se toma no dejando de lado esos sueños individuales, sino gestionándolos de otra forma, también es cierto que son muchas las decisiones que se toman de esta forma, renunciando totalmente a los sueños y metas individuales.

En ocasiones una infidelidad, por mucha voluntad que tenga cada miembro de la pareja, merma tanto esta, que hace imposible la continuidad de la relación. Y en estos casos, cuando ambos miembros quieren seguir sigue habiendo amor, no cabe ninguna duda, pero también existe un daño y a veces ese daño dificulta e incluso impide que la pareja supere ese capítulo.

Por tanto, «Puedo vivir sin ti, hay manera«.

3. «Si siente celos, es porque me quiere»

Cada mito entraña una creencia que conlleva unos riesgos en la pareja. Este mito en particular me atrevería a decir que es uno de los más peligrosos que hay. ¿Por qué? Porque esta frase plantea una forma de reforzar una conducta tóxica muy clara y directa; si tu pareja se pone celoso/a y, por ejemplo, te grita en mitad de la calle por haber saludado a un chico o una chica, te daña, pero ese daño está supeditado al «amor» que siente, ya que de no ser así no se habría puesto así.

No olvidemos que los celos son un conjunto de emociones muy nocivas que se pueden expresar de muchas formas (incluidas todas las formas de violencia que existen). Hay muchas relaciones de pareja en las que existen maltratos de todo tipo que perduran, en parte o completamente, gracias al poder de este mito.

Tal vez tengamos que apelar a otras muestras que sí sean sinónimo de amar, como el respeto o el buen trato.

4. Si es el amor de tu vida, la pasión nunca decae

Este mito genera mucho sufrimiento a muchísimas parejas en todo el mundo. La creencia de que la pasión ha de permanecer como en el primer día es del todo irreal. La pasión es algo que está muy presente en los primeros momentos de las relaciones sentimentales, pero las relaciones van evolucionando.

La teoría del psicólogo Robert Sternberg acerca del amor puede ayudar a desmontar este mito. En dicha teoría, Sternberg trata de explicar el complejo fenómeno del amor a través de tres componentes que conforman los vértices de un triángulo. Estos componentes son la pasión, la intimidad y el compromiso. A pesar de ser esta una teoría tachada de reduccionista (explica algo muy complejo a través de una figura geométrica muy simple), es muy gráfica y en muchas ocasiones ayuda a comprender variables que se encuadran dentro de lo que consideramos relación sentimental.

En el inicio de las relaciones sentimentales, lo que más abunda (casi por completo) es la pasión, sin existir prácticamente un ápice de intimidad y compromiso. Pero, tal como decíamos antes, las relaciones evolucionan, y la evolución natural es que las parejas vayan ganando en intimidad y compromiso y la pasión vaya decayendo (no desapareciendo). El fenómeno de la habituación contribuye notablemente a este descenso de la pasión. Pero este descenso no implica una pérdida de la calidad de la pareja, sino marca un camino evolutivo en la misma. Aunque es cierto que no todas las parejas lo viven de la misma forma y muchas, de hecho, ven este descenso como el fin de la relación.

Por otro lado, a veces la pasión es lo único que mantiene viva una pareja, sin existir componentes tan importantes como la empatía o el respeto. Pero que una pareja esté «viva» no significa que sea una pareja sana. De hecho estas dinámicas de sustentar la pareja únicamente en pasión sin cuidar nada más suelen dar lugar a parejas con dependencia emocional, y también con co-dependencia.

5. La exclusividad erótica

Habitualmente, la fidelidad en pareja la marcan los límites relativos a las conductas de alguno de los miembros de la pareja con otra persona que no sea el otro miembro. Pero, además, existe una versión de esa exclusividad inculcada también en el ideario colectivo. Hablamos, por supuesto, de la atracción por otras personas diferentes a nuestra pareja.

El mito de que solo nos puede (y peor aún, nos «tiene que») atraer nuestra pareja por los siglos de los siglos (o lo que dure la relación) también causa expectativas poco realistas y sufrimiento. El deseo sexual conforma un complejo fenómeno que se da de formas muy diversas, habiendo muchas diferencias entre personas en cómo, cuánto, cuándo y qué desean.

Aún no se sabe mucho acerca del deseo, aunque lo que se sabe de él es realmente relevante. Y, de hecho, una de las cosas que se sabe es que el deseo no es algo voluntario, ni tiene por qué ser coherente, ni responder a cuestiones de ideologías o credos. Esto, per se, ya hace difícil el que una sola persona nos pueda atraer de por vida, sea nuestra pareja o quien sea.

Naturalizar el que nos puede atraer más gente seguramente sea una de las estrategias más sanas que pueda haber, junto con una adecuada comunicación. Además, para evitar este y otros mitos ya comentados, siempre es recomendable que las parejas establezcan lo que se conoce popularmente como «contrato de pareja». Esto es una forma de llamar a una conversación en la que se ponen sobre la mesa los límites que ha de haber en dicha pareja, de forma conjunta, para que ambos miembros estén lo más cómodos posibles.

Alberto Álamo - PSIKO
Alberto Álamo
Nº Col. AN08736

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