La fobia social

El tiempo parecía haberse detenido, o eso creyó durante un instante. Cuando Juan observó desde su pupitre el enorme reloj que colgaba sobre la pizarra, tuvo la sensación de que sus manillas se habían quedado tan atenazadas como él. Uno tras otro, todos sus compañeros desfilaron frente al improvisado atril que la profesora había dispuesto para que expusieran la tarea que se les había encomendado. Estaba tan asustado que ni siquiera podía atender a sus palabras. “Todos lo hacen bastante bien” pensó, “pero yo voy a hacer el ridículo otra vez”. Tic, tac. La luna, ese era el tema sobre el que le había tocado en suerte hablar, un cuerpo celeste que ahora se le antojaba distante y aterrador.

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